La verdad nacionalista

Isaac Arriaza*

En estos días, especialmente a través de las redes sociales digitales, hay quien se rasga las vestiduras al ver como, de forma ignominiosa, el cartel de una supuesta exposición sugiere un paralelismo entre el militante del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) Salvador Puig Antich, ejecutado por el Estado franquista, en 1974, mediante garrote vil en la cárcel Modelo de Barcelona -a pocos metros de donde me encuentro ahora, escribiendo estas lineas- y el exiliado all included afincado en Waterloo. No es para menos. Se trata de una falsificación histórica de dimensiones faraónicas. 

No obstante, el despropósito no puede sorprender a nadie. Los que han ideado semejante estupidez saben, a la perfección, que no recibirán la contestación merecida.  Y el silencio, obviamente, da validez (mediática) a su mentira. Tiene sentido, sin embargo, plantearse si merece la pena, si la batalla no está perdida de entrada. Quizá. Revertir la propaganda nacionalista y la recuperación (espectacular) de parte del imaginario anti-autoritario de corte libertario, como mínimo desde 2012, y con el papel significado de la CUP, para ser más exactos, de su expresión parlamentaria, hoy día se presenta como algo casi inimaginable. Para nuestra desgracia. Todavía recuerdo como, desde la tribuna del Parlament, primero David Fernàndez y luego Anna Gabriel, por mencionar figuras sobradamente conocidas, apelaron a gentes y referenciaron luchas que nada tienen que ver con su práctica política real -ni pasada, ni presente- con objeto de justificar su estrategia de genuflexión institucional, sumisión voluntaria y renuncia sistemática al planteamiento de una crítica mínimamente radical del orden establecido. Si es que realmente existió algo a lo que renunciar. Portem un món nou als nostres cors, aseveró Gabriel desde la tribuna del Parlament. 

Cada vez más, por si no hubiéramos tenido suficientes indicios anteriormente, todo indica que solo eran palabras resultonas, eslóganes atractivos, ideales para un tuit, que, junto al populismo neo-leninista de Podemos-Comunes, han ejercido como verdaderas redes de arrastre electoral, auténticos diques de contención del pensamiento crítico y de las prácticas -ciertamente escasas, pero determinadas- dirigidas a subvertir la dominación tecno-industrial-mercantil y la predominancia del Estado en nuestras vidas. La década pasada, que ha conjugado, en Catalunya, la centralidad de las adscripciones identitarias y la irrupción de ‘la nueva política’, del populismo de diverso signo, ha provocado auténticos estragos en la movilización de lo que antaño fue el antagonismo anti-autoritario, en especial su manifestación metropolitana, especialmente sensible a lo que Carlos Taibo llama ‘prácticas libertarias’ o ,dicho de otra manera, el anarquismo ‘extramuros’ mencionado por Tomás Ibáñez. El mundo nuevo al que se referían en sus proclamas, era uno con Torra en la presidencia de la Generalitat, en la legislatura autonómica que nunca debió existir, pues la ‘última’ acabó en septiembre de 2017.

A algunos nos duele el espíritu de repetir lo mismo desde hace años. Para terminar, quisiera explicar que me he visto en la obligación de encabezar este texto con una captura del vídeo que la plataforma independentista Ara és l’hora ‘creó’ con motivo de la campaña del 9N. Una buena muestra, sin duda, de que la tergiversación interesada viene de lejos. Como se aprecia, en el montaje, una persona muestra una fotografía de gran formato con el retrato de Puig Antich (el próximo mayo cumpliría 73), dando a entender que él, de estar vivo tal como lo recordamos, lo que, a mi juicio, demuestra la intención falsificadora, hubiera -como mínimo- legitimado la performance nacionalista impulsada por el convergente Artur Mas en 2014. De forma clara, se pretende trazar una linea de continuidad entre la militancia anticapitalista y anti-autoritaria de los ’70 con una voluntad política determinada, de claro signo nacionalista, capitaneada por la élite conservadora que se ha mantenido en el poder durante décadas, y sintetizada en la creación de un estado catalán. Una nueva forma de dominación que venía a substituir la anterior. Un simple recambio. No digo nada que sea ajeno al rigor histórico al afirmar que el MIL, la OLLA o los GARI tuvieron muy poco interés en la instauración de un régimen -la transacción de las élites no conducía a otro sitio- de corte liberal, una democracia burguesa ‘homologable’ internacionalmente, en el estado español. Tampoco, por lo tanto, sus miembros pueden considerarse activistas, tal como la propaganda processista presentó a Puig Antich en el mencionado video, situándolo a la altura de la cohorte de hipsters pequeño-burgueses que, tras finalizar los estudios superiores, deciden hacer las prácticas en algún movimiento social de moda para después ocupar un cargo de asesor a sueldo del erario público y culminar la carrera bien colocados en una lista electoral.


*Forma parte de la redacción de Antagonistas.org