En este pequeño atículo vamos a intentar dar algunas pistas a partir de la lectura de Étienne de La Boétie (1530–1563) sobre un fenómeno cada vez más preocupante en el ámbito de la educación en el que algunos compañeros, mira por donde, trabajamos, o mejor dicho intentamos trabajar.
Étienne de la Boétie, el amigo de Montaigne, a pesar de tener una vida demasiado corta, dió de pleno con esta obra extraordinaria que nos legó, con una de las preguntas más problemáticas de todos los tiempos. En sus reflexiones sobre el poder y el contra-poder, el magistrado de Bordeaux parte de la pregunta siguiente: cómo puede ser que el «tirano» que es un solo hombre logra imponer su poder sobre un grupo mucho más numeroso que él. En sus análisis da tres razones, que aunque puedan parecer de otra época, que lo son, parecen vigentes todavía. Para eso son los clasicos.
1) La costumbre. Siempre ha sido así. No hay otra alternativa. Es así y punto final. Nos recuerda la famosa tesis que Fukuyama lanzó después de la caída del Muro de Berlín. A partir de ahora, dijo el japonés, sólo habrá un solo modelo económico: el capitalismo y la democracia liberal.
2) El tirano, como en pleno feudalismo, se rodea de vasallos los cuales a la vez se rodean de otros vasallo por un sistema de infeudación. De esta forma se construye una pirámide que va de arriba-abajo. Esta situación la vivimos diariamente en nuestros centros de trabajo, y no exagero.
3) La tercera es la que me parece más interesante. El director, como los faraones, como los emperadores japoneses o como los reyes de Francia posee un poder que le viene otorgado por derecho divino. Esta relación con lo sagrado le permite manipular y dominar como se le antoja. Tampoco exagero.
En la lucha de todos contra todos para mantener el favor del «director» todo vale. Para Hobbes era necesario el poder del rey para mantener el control sobre la sociedad, en nuestro caso lo vamos aplicar al «claustro». Lo que potencia el tirano para mantener a sus «súbditos» entretenidos es la competición entre todos, todos vigilan a todos, todos delatan a todos. El clima como se puede suponer lo es todo menos sano. La pedagogía pasa a un segundo plano. De hecho podemos afirmar que la pedagogía es lo que menos importa.
Los profesores o maestros que colaboramos en esta revista, creemos que para el buen funcionamiento de la sociedad, véase la escuela, el instituto o la universidad, tal como teorizó Kropotkin, es fundamental la ayuda mútua y la colaboración. Estas dos acciones obligan al diálogo y a la interrogación. Evidentemente, estamos hablando de una revolución coperniciana, de la que ahora mismo estamos lejos, pero nuestro empeño debe seguir en la línia que nos marcaba Kropotkin y otros muchos pensadores. El contexto era otro, però el problema sigue siendo el mismo. Mientras tanto, vamos a seguir luchando, desde la resistencia al poder. Pedir la palabra es un derecho, aunque se la pasen por el forro.
Sabemos que algún día, mas pronto o más tarde, el sistema piramidal en el que se sustenta toda esta farsa va a caer en mil pedazos. Nostros vamos a estar ahí para contribuir a la reconstrucción, pero vamos a cambiar la forma y los métodos. Eso sí, vamos a recordar a cada uno de los tiranos, y los vamos a desemmascar. Ese día vamos a dar la palabra a todo el claustro. Y por fin vamos a conversar como personas civilizadas y libres.