Falsos revolucionarios

Porrumentzio*

Escena de banquete, Bartolomeo Manfredi (1610-1620)

Nota editorial: La persona autora de este texto nos hizo llegar el original en tres idiomas diferentes: euskera, català y castellano. Al final del artículo están disponibles para descarga las otras dos versiones, tal como las recibimos.


Desde siempre han existido los disfraces, desde siempre las máscaras. Desde siempre ha habido lobos disfrazados de oveja, siempre dentro del rebaño. Al pastor, por supuesto, no le hará gracia que esa bestia esté ahí pero… ¿acaso alguien ha puesto alguna vez la mirada en las ovejas?

A saber. Eso dicen algunos que se tiene que hacer: preocuparse del rebaño, porque el pastor es el enemigo. Me viene a la mente la granja de Orwell, los cerdos dirigiendo la revolución. Me viene a la mente al pensar en algunos que parecen ovejas. Me vienen a la mente las reivindicaciones de algunas revoluciones —no las mezcléis sin embargo con reivindicaciones revolucionarias—. Me viene a la mente el continuo uso que hacen algunos de su grueso escudo de su condición de especie.

A veces las escritoras —es decir, quienes escribimos— utilizamos las alegorías y metáforas para protegernos de las críticas, impidiendo que llegue el mensaje adecuado. Hoy mismo, he empezado el texto de esta manera, utilizando la tópica alegoría del rebaño para hablar sobre algunas personas.

Pero no seguiré igual, esto es un hacer público de la realidad, no una opinión; y por lo tanto, es mi intención que se entienda la realidad, porque le hará bien a mucha gente. De hecho, somos muchas las que hemos sido obligadas a construir nuestras luchas alrededor de reivindicaciones de revoluciones que no venían totalmente con nosotras; en principio, en esta situación no debería haber gran problema, ya que la variedad es buena.
Sí, la variedad, la diversidad es buena. Pero considerar como diversidad las opresiones, en cambio, no lo es. Que los opresores se consideren parte de la diversidad no es bueno, a fin de cuentas, porque no es la diversidad la que estamos aceptando, sino la opresión.

Esto, estoy seguro, les ha ocurrido a miembros de muchos movimientos y luchas en el hegemónico modelo de militancia euska (vasca). Ha de decirse, alejándonos un poquito del tema, que todas las luchas, estrategias y maneras de luchar de Euskal Herria —inclusive la fuercedad, el buen uso de la fuerza— las ha monopolizado la Izquierda Abertzale, creando tremenda anulación a los otros movimientos.

Volviendo al tema, ahí mismo entran las mujeres del movimiento feminista, las personas que están contra los estados y/o las patrias, las antiespecistas, las que se mueven alrededor de la lucha de la diversidad sexual. Y estoy seguro de que muchas de estas, muchas veces, han sentido que otros no les han dejado desarrollar sus luchas como querían. Pero bueno, esta es cosa sabida para la mayor parte de tales personas.

El problema es el enfado que desarrollan algunos jóvenes del movimiento juvenil eusko con pensamientos retrógrados a consecuencia de dejarles al descubierto su carácter de opresor; al fin y al cabo, el deseo de un opresor de mantener sus privilegios. El problema viene cuando los opresores no quieren verse a sí mismos cual opresores y, a veces, incluso habiéndose visto así, al querer continuar oprimiendo. Aún más, al enfadarse por no dejarles que ejerzan tal opresión. Por ponerles un nombre a este tipo de opresores, les llamaré los ORO, es decir, Oprimidos Revolucionarios Opresores.

Bien pues. Los ORO alaban muchas veces las sublevaciones obreras pasadas, la Revolución Soviética, los grupos autónomos de alrededor de 1960 de Italia etc. Al mismo tiempo, lógicamente, aceptan los moldes de lucha utilizados por estos, por ejemplo, el boicot, el sabotaje, la violencia, los asesinatos…

¿Qué ocurre, sin embargo, cuando alguien utiliza el boicot, el sabotaje o la violencia de esas sublevaciones alabadas por ellos contra estos ORO? ¿La reflexión, un análisis de los acontecimientos y de la situación y, sin paternalismo, hablar con las que están de acuerdo con el acto?

Aunque parezca asombroso, no. De repente aparecen los argumentos —o las excusas, mejor dicho— para defender los privilegios: “no se le puede pedir eso a un oprimido”, “eso fortalece al enemigo común”, “tales cosas se arreglan hablando”, “sois demasiado radicales” y miles de excusas más. Sí, excusas.

¿No estaría mal, por parte de ellos, una autocrítica, no? ¿Estaría bien poner en duda sus actitudes porque, si alguien les ha llamado a la atención, por algo será, no? Quizás no vendría mal que, si alguien te ha dicho que eres opresor, oírles, porque tú, como te han dicho, puedes ser opresor.

¿Recibir un acto de defensa y pedir negociar no parece cosa de empresarios y gobernantes? ¿Desde cuándo se negocian los derechos? ¿Desde cuándo se han tenido que justificar las reivindicaciones?

Además, es evidente, desde mi perspectiva, que el molde de lucha de estos militantes ha perdido todo sentido. Los medios para conseguir el objetivo se han convertido el mismo objetivo. Conseguir el dinero por medio de las fiestas es ahora la única práctica de muchos gaztetxes y lugares autogestionados y además… ¿qué tipos de actos son esos, en los cuáles se impulsa el consumo de drogas —sabiendo qué rol cumplen estas en las tareas reproductivas de las trabajadoras— para tranquilizar la tensión semanal y a menudo se crea un ambiente incómodo para mujeres, no-heterosexuales, las que están en contra de las drogas y para otras muchas personas?
            Está claro que este molde de lucha lo ha creado una ausencia de necesidad de cambiar de raíz y enseguida; porque la gente está cómoda de esa manera. Pero bueno, no hablaré más sobre esto, porque da para escribir un texto de otras mil palabras.

Como ya he dicho, hay algunos movimientos que se quedan fuera de este carácter. Yo, pese a ser simpatizante de todos, me centraré en uno hoy: en el movimiento de la liberación de los animales.

Fundamentalmente, el antiespecismo es el movimiento (o la ideología) que se muestra en contra de que los seres humanos utilicen los animales, es decir, que desde los seres humanos no haya diferencias en el trato con las especies que están dentro del reino de animal. De hecho, los seres humanos siempre nos hemos impuesto a todos los seres para conseguir nuestros deseos —incluso algunos seres humanos se han puesto por encima de otros—, sumergido en un sistema económico que piensa que la energía es ilimitada; y en el estar por encima de otros seres, hemos obligado a los otros animales a estar bajo nuestra autoridad a lo largo de la historia y todavía así sigue la situación. Es totalmente habitual comer animales, atarles una cuerda al cuello y llevarlos por la calle, como si fueran objetos, y utilizarlos para nuestra diversión

Muchos preguntarían qué lado negativo hay en utilizar animales. Es una pregunta buena y necesaria. Las bases filosóficas principales que se suelen utilizar para defender el antiespecismo son dos que, por supuesto, se pueden poner en duda:

Primero, está la teoría sensocentrista, la cual pone el límite en la capacidad para procesar sentimientos o sensaciones. La mayor parte de los animales tenemos sistema nervioso, para interpretar lo que ocurre fuera, y, al mismo tiempo, la mayoría de los animales tenemos sistema nervioso central, para interpretar ese impulso nervioso recibido. De este modo, podemos procesar las sensaciones, lo que quiere decir que esas sensaciones pueden ser dolorosas, placenteras, aterradoras, etc. En esto se basa por lo tanto la teoría sensocentrista, porque esa capacidad para sentir puede crear dolor —porque lo crea—. Aquí entra en juego la moral de los seres humanos: ¿yo le produciría dolor a una persona sin razones justificadas? ¿No? ¿Y por qué, entonces, sí a los otros animales? En eso consiste el primer eje de esta toma de conciencia.

En segunda instancia, el otro eje de este movimiento es basarse en la agencia filosófica, al fin al cabo, en la empatía. La agencia filosófica es la capacidad que tiene un ser para influir en su entorno, donde entran escaparse del miedo, llevar adelante algunos actos —por conveniencia—, como por ejemplo el afecto, etcétera. Dejando al margen la discusión de si los otros animales son sujetos —además es difícil hacer esta distinción por la especie, ya que muchas veces es según el individuo—, es evidente que la mayor parte de los animales sufren dolor y escapan de él; solo hay que ver, por ejemplo, los esfuerzos que hacen los terneros, los cerdos, los cabritos y muchos otros animales para escapar de los mataderos, incluso también los llantos y gritos causados al oler la sangre de los demás. Este nos deja claro que esos animales no quieren morir, que no quieren sufrir, que sienten todo aquello que les hacemos. En conclusión, he aquí la segunda serie de preguntas: ¿si sabemos que esos animales no quieren sufrir, qué razón hay, más allá del egoísmo antropocentrista, para hacerlos sufrir? ¿Y otra vez, por qué hacer sufrir a esos animales y a las personas no?

Hay muchos argumentos en contra de utilizar animales, pero mucha gente se empeña en despreciarlos, porque no quieren perder sus privilegios, porque quieren continuar comiendo filetes sin ver el sufrimiento de los demás. Entre las excusas contra este movimiento, cómo no, participan los ORO basándose en su ideología; me han solido decir, que siendo el antiespecismo una lucha parcial, es decir, una que no cambiaría el sistema de raíz, se basa en ideas burguesas y que, por ejemplo, está contra la lucha de clases o que la enturbia.

Uno de los lemas más utilizados en el movimiento antiespecista es, sin embargo, “liberación animal y humana”. Porque aunque les extrañe a algunos, las antiespecistas estamos contra las demás opresiones y explotaciones y en consecuencia, somos anticapitalistas. ¿Que hay gente que no tiene conciencia de clase y se basa en el capitalismo? ¿Por supuesto, en otros movimientos no, o qué? Esos también, son enemigos para nosotras.

Para terminar, no hay, en mi opinión, argumento de peso alguno para deslegitimar al antiespecismo, pero, de todos modos, comer animales está muy interiorizado y aceptado en el movimiento juvenil y popular eusko. Y, de todos modos, los que comen animales sin necesidad, son opresores.


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