Javier Liste Limés*
“Queremos que todos los seres humanos se reconozcan entre sí como hermanos y que todo sea de todos, para que así, terminado el antagonismo de razas e intereses, haya en la Tierra paz, fraternidad, igualdad y libertad.”
Enrique Flores Magón
A la hora de la verdad más allá del discurso y la propaganda, el nacionalismo independentista, mal llamado de izquierda (de ahora en adelante entrecomillada), se ha demostrado como mera baratija inútil para la clase trabajadora que desde hace largo tiempo lucha contra las cuerdas recibiendo topetazo tras topetazo del sistema capitalista. Tres son las consecuencias del nacionalpopulismo, recurso fácil de quién no tiene proyecto transformador que distorsiona y aleja las metas, y opta por la identidad, haciendo el trabajo discursivo de la ideología que usa la derecha para su beneficio.
1) Reforzamiento del Statu Quo en Cataluña. Se han apuntalado las relaciones de poder político y económicas, de control mediático, de clientelismo y de diferencia y desmantelamiento social de manera mucho más inquebrantable. La “izquierda” nacionalista es parte o da sustento al régimen nacionalista que evita los cambios sociales. No en vano el actual presidente de derechas que han legitimado comparaba el 15M con el 23F, y a su vez homenajeaba fascistas.
2) Se hace patente que lo social y nacional son perfectamente separables y que lo nacional quiebra la posibilidad del que fue el gran triunfo de cohesión trabajadora logrado por la CNT previo a la revolución social. Se ha creado una “masa de seguidores” que creen estar participando en una especie de revolución pertenecientes en buena parte, no toda, a las clases medias altas o a trabajadores acomodados, profesorado, profesionales liberales, con buenos convenios, titulados precarios con aspiraciones, etc, con un sesgo mayoritario basado en la identidad cultural de una fracción social, que llegan a votar a un gobierno con conselleras de cultura que califican a los inmigrantes como colonos involuntarios de Franco, por tanto con un efecto segregador, y mucho más minoritario entre las clases bajas a las que se intenta supeditar sin éxito.
3) La subordinación total y bloqueo del conflicto social. El estado emocional colectivo y de esperanza no fundamentada, ha anulado la disidencia auténtica, se ha sustituido los objetivos sociales por una reforma política que no ofrece nada real ni inmediato y tiene más en común en la práctica con la burguesía aunque sea un proceso interclasista
Encontramos así a la clase trabajadora maniatada en medio de la situación de crisis social agravada por la epidemia infecciosa conocida como Covid-19. Despedida o en suspensión de contratos, con menos ingresos que los ya precarios que poseían o sin ninguno, una sanidad y una industria que no está al servicio de las necesidades importantes para mantener la vida, la crueldad de la cobertura social para pobres y ancianos, o incapaces de pagar un techo, y los barrios ricos nuevamente más a salvo aunque la enfermedad se transmita de manera volátil. Así somos el único territorio de España con menos camas públicas en hospitales que privadas, la mitad que Valencia por ejemplo. Todo ello sumado a una media de vida de los catalanes ricos de 12 años más que los pobres.
Una pasividad cómplice de la izquierda nacionalista con sus aliados necesarios para la patria, y la culpabilización de un enemigo exterior que nos separa de la misma clase trabajadora sufriente que nos permitiría ser más fuertes dentro del territorio real y no el imaginado por el nacionalismo. Al mismo tiempo produce disensiones con la clase trabajadora más precaria en su mayoría opuesta a la construcción nacional, a los que ven como rebaño al que hacer su adoctrinamiento no emancipador y liberador del pensamiento y la acción que les permita ser protagonistas, sino subordinador al patriotismo fácilmente manipulable.
La intransigencia y la obstinación religiosa del nacionalismo en Cataluña, de sus sacristanes místicos y estamentos culturales que nos plantean la patria como medio para conseguir los objetivos ahora se nos muestra finalmente como vacua, trivial, necia, y que no permite construir una sociedad de iguales, que nos ha conducido a hostilidades intestinas, la desorganización y la desactivación frente al capital y el poder.
La acción directa como principio del anarquismo dicta que si quieres conseguir pan, lo trabajarás, lo lucharás o lo expropiarás, no lo pedirás al rico disfrazándolo de exigencias impostadas, y tampoco desfilando con banderas por la calle del brazo de las clases medias altas liberales que son las que te lo venden a alto precio solo porque hablan el idioma de una parte. La acción directa de las trabajadoras es negadora de todo proceso patrio pues lo hace innecesario, ella sola se basta para producir los cambios sociales, evita caer como ser humano en los engranajes de la homogeneización nacionalista y la disolución del objetivo social de los nadie.
La “izquierda” nacionalista institucional demuestra que salvo eslóganes grandilocuentes hueros, poesía presuntuosa y campañas de marketing pretendidamente sociales es sumamente cobarde y que realmente no representa a la gran mayoría de clase trabajadora con hambre de justicia social, que no se ha dejado engañar por sus pingajos en los balcones. Ni el bombardeo de la televisión, ni la pleyade de medios de comunicación y asociaciones civiles comandadas por las derechas o lamentables intelectuales han podido reducirla, en su mayoría ferreamente inconmovible a las mentiras seductoras.
Pero las trabajadoras están faltas de organización, comprometida con una militancia claramente antagonista, ya que se trata de interferir en el rumbo de sus herramientas de lucha, así pues viendo que cada vez es más dificil que siga la función teatral para entretenimiento fútil de la gente, la “izquierda” ha intentado de manera simbólica subirse por ejemplo a la campaña de la Nissan, tratando de que las organizaciones obreras les faciliten un puesto en la foto para lavar su imagen y engañar, tal como lo haría por ejemplo Convergencia con un nuevo cambio de nombre.
Es necesaria no la pugna vana por una frontera, si no enfrentarse al capital y al poder y también a la “izquierda” nacionalista que ha afilado el hacha del gobierno verdugo de las trabajadoras catalanas, invistiendo sus presidentes, y que ha tajado inclemente y de manera constante nuestros medios de vida. Necesitamos organizaciones obreras que no se basen en el populismo y el marketing asimilándose cada vez más a dicha “izquierda”, que tengan gran fuerza entre los más precarios, y no un fuerte peso en sectores de trabajadores con holgados convenios, o de cuello blanco, que trabajan en los medios de influencia social, los más asimilados por el capital y la patria, más distanciados de la pobreza. Hay asalariados que no sufren la extraccion salvaje y esto dificulta la radicalidad trabajadora desde los comités sindicales como en los partidos socialdemócratas, en la CNT su presencia era escasa, y todavía más en los cargos. Una organización inmune a las neurotoxinas paralizantes del nacionalismo y la postración delante del régimen reaccionario y nacionalista de Cataluña y las peroratas de los patriotas de “izquierda” ahora convertidos en traidores de la clase trabajadora sumidos en la eterna cobardía de la nación que quieren reformas políticas pero les da vértigo los cambios que afectan a la posesión de la riqueza, siempre para después.
Debe surgir el potencial libertador de la diversidad cultural de toda la clase trabajadora de Cataluña en lucha fraternal apartada de arribistas políticos, tal como hizo la CNT con amplitud de miras construyendo la unidad trabajadora. El anarquismo que no se ha dejado asimilar en el aparato digestivo del ciclope nacional debe poner en pie a los pobres y contribuir a la organización autónoma y no controlada que proteja a toda la clase trabajadora sin exigencias de naciones y usando una propaganda libertaria fuerte y alejada de la “izquierda”, que transmita ideas y no emociones y lemas simplistas y embrutecedores, que forme en la lucha y no acumule números sin verdadera fuerza.
Las organizaciones anarcosindicalistas de trabajadoras no están condenadas a la desaparición por tener un camino propio y un proyecto diferenciado de transformación social hecho por las trabajadoras y para las trabajadoras al que consagrar sus energías. Desaparecen precisamente y se desintegran si renuncian a si mismas por grupos de vanguardias que insisten en fagocitar los movimientos sociales, teniendo que asumir las palabras de otros, a veces incluso políticos profesionales! o estrategias de lucha domesticadas. El mayor crecimiento del anarcosindicalismo viene dado por que ellas son la clase trabajadora y se dirigen a sus iguales, a los inmigrantes, a los que malviven con el objetivo de incrementar las fuerzas y la lucha, no perdiendo el sentido de la realidad y pensando que en el gueto de la “izquierda” nacionalista van a prosperar, cuando contrariamente lo que va a hacer es apartar a muchas trabajadoras que no quieren relacionarse con aquellos que reclaman una identidad nacional que no les representa. La convergencia de la lucha del anarcosindicalismo se produce de manera autónoma contra un enemigo u objetivo común, pero no en plataformas políticas de manera totalizadora y despersonalizadora.
Es imprescindible sobrepasar a la “izquierda” nacionalista y la manada de profetas nacionales, populistas inofensivos y dirigistas contrarios a una auténtica emancipación y consciencia libre que pretenden conducir a las masas para sus objetivos políticos y nacionales. Ser hombres y mujeres que no quieren un amo más justo ni ser guiados, si no ser libres. Radicalmente molestos para poder, partidos políticos, capital y naciones.
*Javier Liste Limés forma parte de la redacción de Antagonistas.org