Viento, llévame hacia los días de gloria

Albert Hola (@holalbert)*

Hoy hace un día soleado de invierno, suave y fresca brisa. Primaveral. Me asalta la frase “Viento, llévame hacia los días de gloria”.

Inmediatamente acude una procesión de imágenes a mi cabeza. Son todas ella de temática muy variada y, algunas de ellas, incluso oníricas. Pero algunas no faltan, es evidente que no pueden faltar… ésas. Pero ¿Por qué?

Me sigue una fina lluvia de preguntas internas:

– ¿Qué son días de gloria?

-¿Es gloria individual o participar de la gloria colectiva?

– ¿Por qué me asalta esa pregunta? _esa respuesta sí que la tengo_.

– ¿Por qué esa iconografía recurrente* relacionada con los días de gloria, si racionalmente la rechazo?

*[Evidentemente no la nombraré, es la puñetera gracia de este texto].

Granizo de respuestas. Éstas ya duelen más:

– Tengo necesidad de días de gloria que den sentido a mi existencia. Necesidad de aportar un algo a la vida libre, al colectivo.

– Nostalgia de gloria. Nostalgia de algo que no he vivido pero que cultural, emocional y mentalmente es una verdadera fuente vivencial.

¿Se puede sentir nostalgia por aquello que no hemos vivido?

¿Las reproducciones y traslaciones espaciotemporales de la mente pueden ser consideradas vivencias y generar, en consecuencia, añoranza?

Allá cada uno.

¿Por qué una referencia al pasado si la gloria me es de menester en el futuro?

Joder, qué lío.

Es curioso sentir nostalgia subsconsciente por aquello que racionalmente -o por lo menos conscientemente- cuestiono. Parece ser, pues, que los valores, la ética… también pueden desarrollar un importante vector de canalización emocional: todo un punto débil de las ideologías emancipadoras en la árida realidad deshumanizada de las colmenas occidentales.

El hambre, la necesidad, toca la emoción propia y por los seres queridos. Pero el conocimiento del hambre del prójimo desde la barriga llena y la estabilidad material no acaba de afluir, almenos de manera generalizada, en la solidaridad mútua o reciprocidad.

Probablemente leyendo estas líneas coincidiremos en la misma iconografía gloriosa… entre otras secuencias. O no. Pero no es lo importante.

Es más interesante iluminar y cultivar bajo el Sol fórmulas y posibilidades para desarrollar la proyección colectiva de valores éticos y recíprocos desde la emoción.

Unos consiguieron lo suyo mediante la ritualización sociocultural esencializando (exageradamente, quizás ese es suproblema) el concepto de identidad cultural colectiva. Algunos de éstos negativizando otras identidades culturales colectivas o realidades socioeconómicas frágiles para justificar sus propias miserias o ansias de poder. También el miedo es un poderoso conductor emocional.

En dichas casuísticas, poco loables, la conexión emocional funcionó… y funciona… para el control de las personas; convirtiéndolas en masas dirigidas.

De vuelta a lo esencial para los planteamientos emancipadores y los valores asamblearios y recíprocos. La necesidad de encontrar gloria -gloria colectiva, la armonía social- podría ser el eslabón perdido que nos recupere la alegría de volver a soñar bonito… esencializando ese otro futuro a alcanzar, ese grito de necesaria inmensidad. La revolución social.

Todo un camino por explorar.

Salud y a


*Albert Hola forma part de la redacció d’Antagonistas.org