Javier Liste Limés*
Jan Waclav Makhaiski, revolucionario anarquista nacido en Polonia en 1866 y que se sintió atraído durante su época de estudiante por el nacionalismo polaco del cual renegó, trató el Socialismo de los Intelectuales, de los denominados capitalistas del saber, con unos posicionamientos iconoclastas que se avanzaron al futuro, aunque no fue el único. Fue visceralmente atacado por los socialistas a causa de sus duras críticas que difundía mediante una imprenta clandestina en Finlandia en el contexto del movimiento que se inició en 1904 en Odessa con un grupo de trabajadores bastante activo sobre la base de sus ideas, y que se amplió a más ciudades. Se denominaron “La conspiración de los trabajadores” teniendo también repercusión entre los desempleados. Su difusión se recobró más tarde en los 70, época en que los húngaros Konrad y Szelenyi en su obra “Los intelectuales y el poder”, que fueron represaliados por su publicación, recuperaron tesis similares. De Makhaiski, descubierto durante la redacción de este escrito, hay un libro traducido al castellano de textos seleccionados en Bardo Ediciones de 2010, obra de hace más de cien años que ha ido cobrando pertinencia.
El nacionalismo polaco que en origen buscaba la creación de un estado y era inclusivo de diversas identidades, tras la derrota de 1848, durante la llamada primavera de los pueblos se fue transformando y restringiendo también en términos culturales con el rechazo de otras etnias. Continuó evolucionando desde una sociedad altamente diversa con entre un 30 o 40% de otras minorías hasta que estas fueron migrando, como por ejemplo los judíos polacos, durante la Segunda Guerra Mundial y se fue asentando el estado polaco actual, convirtiéndose en el país más homogéneo en este sentido de toda Europa. Ahora en muy breve periodo de tiempo de apenas unos años con el partido PiS (Ley y justicia) mediante un tergiversado relato histórico ha devenido en ultranacionalismo agresivo.
Alertaba Makhaiski sobre las consignas homogeneizadoras de la sociedad propugnada por la socialdemocracia y el nacionalismo, asimilables ahora a organizaciones que usan términos como poder popular, unidad popular, etc. Indicaba que el intento de inculcación de este ideario unificador socialdemócrata reduce a una declaración hueca y vana toda la voluntad que esta expone de lucha de clases contra el régimen de explotación. Tal como esta lo plantea en la práctica no supone ningún peligro para el orden social, con lo que cualquier sociedad burguesa inteligente aceptará. Así pues podemos comprobar como en Catalunya ha sucedido esta misma situación y la socialdemocracia, pretendida izquierda radical, ha sido aceptada e incluso se está planteando entrar en el gobierno de concentración nacional, en este proceso interclasista no ha faltado la colaboración de sectores pretendidamente revolucionarios que han contribuido a que se diluya la lucha de clases en la clave nacional
Estas consignas se han implementado en Catalunya con más fuerza coincidiendo después del estallido de las protestas durante la crisis. La pretensión de colaboración económica entre clases sociales desvía la lucha mediante la imposición de la patria, la nación, la cultura, como obligaciones morales que han llevado a la unión con los ladrones de la clase trabajadora contra “nuestros enemigos”, y exigiendo un sacrificio, un amor y una abnegación mucho mayor que la de nuestros explotadores según Makhaiski. Aplicándolo a nuestro contexto, cuando la máscara ha caido y se ha puesto de manifiesto con el procés que la fidelidad, la generosidad y el desinterés para con la patria era menor entre la burguesía patriota, en lugar de producirse una reacción ante el engaño, hay sectores que profundizan el error y exacerban la idea del pueblo (en realidad una parte) como valedor de la nación.
Es precisamente esta afirmación de protagonismo auténtico la consecuencia de la exaltación previa del pueblo para ser los nacionalistas más ardientes y sinceros. Se consuma un doble engaño, el procés no es real, pero se acicatea nuestro compromiso con lo cual la amorfización nacional contribuyente a mantener el sometimiento al capital se consolida y petrifica tal como fue proyectada, pero ahora es uno mismo quien porta la propia cadena que le sujeta. Se podría hacer un símil con la evolución del trabajador por cuenta ajena, que deja de tener patrón, a autónomo autoexplotado siervo del sistema capitalista.
Se hace posible que esto suceda con la propagación del engaño también por medio de sectores no pertenecientes a los habituales estafadores que poseen el poder, si no de los socialistas intelectuales o capitalistas del saber, e incluso defensores de la clase obrera en parte pertenecientes a los sectores laborales de “manos blancas” tratando de accionar sobre organizaciones de trabajadores ajenas a estas ideas y que deberían estar vacunadas por su evolución ideológica y la experiencia histórica. Tal como fue el caso vivo de Makhaiski respecto al nacionalismo y el socialismo. Dos años antes de su nacimiento, precisamente en 1864 se produjo en Saint Martin Hall, un mitin convocado a propósito de Polonia, “los polacos sufren: pero hay en el mundo una nación más oprimida; el proletariado” y delegados de todas partes del mundo decidieron redactar un programa y unos estatutos para una Asociación Internacional de Trabajadores que, posteriormente, fue conocida con el nombre de Primera Internacional.
Así pues actualmente se ha intentado ofrecer a los trabajadores como carne de cañón para la idea nacional frente a un “enemigo externo”, con la desventaja de que Cataluña no es un pais culturalmente homogéneo (un tema que también debería ser analizado) y la influencia de este factor en la movilización si bien ha sido parcial y también se han buscado argumentos politicos para el arrastre, ha tenido peso considerablemente apreciable. Y se ha demostrado como no la más brillante de las ideas para el cambio social ya que ha eliminado de un golpe a un muy amplio sector de la población. Según las estadísticas el más empobrecido. También se observa que cuanto más incrementa la renta, más incrementa el deseo de independencia, por debajo de los 1800 euros cerca de dos terceras partes no están a favor. Señalar que además también se ve un sesgo en las estadísticas oficiales por razón de origen y cultura, e incluso alguna individualidad ha tratado de esgrimir supuestos datos que vinculan el nivel de estudios desde una perspectiva clasista y peyorativa. La contradicción de posiciones sobre el constructo nación que se pretende implantar también ha producido cierto beneficio de las élites aspirantes a un mayor poder, que si bien no han podido obtener un estado, continúan perpetuando su neutralización de la lucha de clases e impunemente y con poca protesta aceleran el empobrecimiento de todos nosotros mientras nos entretenemos en discutir sobre galgos o podencos.
De que hay parte de la sociedad que percibe a donde nos conduce esta situación existe consciencia y por ello también se intenta ligar lo nacional y lo social para conseguir alistar a los trabajadores que se rebelan a ser peones del cambio de amos, para ofrecer algo que convenza, que si fuera real ya se estaría implementado ahora mismo. Desmentida esta vinculación por la destrucción a conciencia de nuestras vidas por las organizaciones políticas que tienen el poder en la Generalitat con el apoyo de la izquierda radical que ha puesto el hacha en manos de nuestros verdugos por la causa nacional. Las revoluciones posteriores a las de 1848 con componente nacional, demostraron que no es necesario este elemento para llevar a cabo cambios en beneficio de los trabajadores, solo es un ferviente deseo por parte de esta ideología que afecta tanto a la derecha como a sectores de la izquierda. Como rezaban carteles anarquistas por las calles de Sant Andreu recientemente, no hay solución nacional a la cuestión social.
Makhaiski entendió que los socialistas polacos luchaban contra la autocracia zarista pero no para hacer libres a los trabajadores. En su caso solo pretendían crear un estado independiente sin acabar con la explotación. Después de esta lección adoptará una perspectiva internacionalista luchando codo con codo con los obreros rusos y será incluso deportado a Siberia. Para los socialistas polacos la conquista del poder se había convertido en una actividad integrada dentro del aparato del estado para garantizar la dirección de los asuntos de la burguesía. Justo lo que en Cataluña ha estado sucediendo. Cuanto más se avanza en este sentido, más colaboracionistas se vuelven de los otros grupos sociales y más olvidados son los trabajadores, a los que se vuelve en caso de necesidad para recuperar el crédito, como ante unas elecciones y usarlos en su propio interés de clase ascendente limitada por el capitalismo tradicional, esto se repite indefectiblemente. Un ejemplo de ello es la campaña de la Ley Aragonés donde se hacen autobombo incluso con algún video propagandístico tras favorecer durante años el gobierno de derechas. Es por ello que como Makhaiski preconizaba solo los trabajadores se pueden salvar a si mismos alcanzando sus objetivos de manera directa, es decir asumiendo la lucha social y el apoyo mutuo, sin divisiones ni objetivos nacionales.
Makhaiski lanza una crítica que tiene mucho éxito entre los exiliados de Polonia, critica el oportunismo y concluye que el socialismo es un régimen social basado en la explotación de los obreros por intelectuales profesionales, suelen ser profesores, directores, gerentes, que no poseen capital material en exceso, pero viven de parasitar la clase dominante. Estos capitalistas del saber prometen emancipación a los trabajadores, tal como los cristianos prometen el paraíso (o la república), pero no les impide en la vida real dar apoyo a los explotadores. Una clase subsidiaria de intelectuales que nunca terminan de plasmar cambios reales y apoyan gobiernos dejando a los trabajadores al margen. El anarquismo se caracterizaba por la urgencia surgida de la necesidad y es por ello que rechaza las promesas de paraisos “para cambiarlo todo”, cree en los cambios directos, sin intermediarios. Makahiski criticaba que se dijera que su solo opresor fueran los capitalistas. Esta clase subalterna de los ricos se apropian del socialismo o incluso del discurso anarquista y obrero y lo prostituyen, y usan la nación para arrastrar. No se aplica la justicia social. Se vuelven criados de la burguesía, aunque a veces tengan una relación conflictiva para adaptar el sistema a su medida, esperando que se retribuyan sus conocimientos.
El socialismo de los intelectuales se caracteriza por no buscar el pensamiento libre, ni querer igualar las condiciones de los trabajadores a los de la clase intermediaria subalterna, si no conducirlos en masa, desde la esperanza y las emociones, lo contrario de la emancipación. Encajan en el papel de lo que Bordieu define como agentes dominados de dominación, aquellos que están subordinados a los que tienen la riqueza pues su modo de vida depende de ellos y de las migajas de las que les proveen. Otra comparación podrían ser algunos centros de internamiento a lo largo de la historia donde hay carceleros que son los propios presos en virtud de tener privilegios, como una celda más espaciosa, mayor comodidad, etc. Intelectuales encargados de transmitir una verdad que no es tal.
Enmascaran la opresión directa del poder que nos somete, hasta el punto que se pueden manifestar juntos en las calles como sucede en Cataluña, no hay necesidad de atacar a la burguesía, no hay que hacerla enfadar pues la necesitan tanto para lo nacional como para mantener el modo de vida. Aquel que quiere una confrontación directa con las causas de su opresión, el capital, y no se subordina es tachado de purista para forzarle a posponerla. En caso de obtener lo que buscan esperan ser beneficiados con la amabilidad del nuevo régimen, o incluso sillas en el gobierno. Son los encargados de repetir palabras mentirosas que hablan de ideales de bondad y justicia, y al mismo tiempo intermediarios que nos dirigen para llevarnos a su lucha, mientras por el camino declaran como camaradas y portadores de ideales a empresarios y gobernantes como hemos visto recientemente. En cambio los trabajadores seguirán condenados a sus duros trabajos de siempre mientras ellos permanecen en unos más cómodos de “manos blancas”.
Esta pequeña burguesía intelectual como decíamos se encuadran en actividades en los medios de comunicación, burocracia, turismo, ocio, enseñanza superior, artistas, abogados y son los encargados de mantener bajo control la lucha de clases. Prefieren el misticismo de las grandes palabras e ideas, promesas sin contenido y nos desvían de la acción directa para cambiar nuestras condiciones de vida. Usan sus conocimientos para disimular su voluntad. Es posible observar donde reciben más votos, como las zonas rehabilitadas de los barrios viejos, y no en los barrios obreros a los que si acaso van expulsando para vivir ellos, disfrazándolo incluso de revitalización cultural de zonas depauperadas. Y tienen su particular manera de gastar los ingresos en actividades culturales pretendidamente subversivas, pero solo cosméticamente. Son privilegiados por los poderosos y se interrelacionan culturalmente con ellos en los mismos ambientes, reciben prestigio, el denominado capital social, y a su vez son solidarios con quienes así les tratan.
Con capital cultural, titulaciones, puede que su capacidad económica haya bajado, pero su posicionamiento depende de este capital y por tanto defienden intereses de clase. Si bien las clases inicialmente se definen como burguesía y proletariado, y hay quien trata de difundir como diferenciación para establecer que es clase trabajadora ser rentista o no rentista incluso desde sindicatos de clase, este discurso es peligroso y debilitador ya que olvida a la pequeña burguesía que enumerábamos antes. Para identificarla es más preciso su función social y su carácter. Así pues, en la división del trabajo su función tal como explica Jean-Pierre Garnier es la de mediar, de la educación, información, comunicación e inculcación ideológica, es decir concepción, organización, control y adiestramiento. Lo que pasa es que los que se sitúan más abajo se pueden ver proletarizados, por la inseguridad y precariedad.
A menudo asumen luchas sociales variadas e importantes pero que no afectan a la estructura de dominación del sistema como hace el progresismo neoliberal, o desvirtúan completamente el carácter de las organizaciones de izquierdas o en las organizaciones sindicales pueden derivar en aquello que un compañero, Albert Hola, ha dado en designar sindicalismo glamuroso. Adoptan a veces actitudes clasistas ante la clase trabajadora, o aleccionan moralmente, al mismo tiempo que son vulgares, o tienen opiniones crédulas, aldeanas, tribalistas, o nacionalistas.
A todo lo mencionado, sería interesante comentar otra más amplia fracturación en la población que ha contribuido a la divergencia de intereses y que señala el multidisciplinar Emmanuel Todd, que considera que esta fractura se debe cada vez más a una causa educativa y no solo social. La imaginada “emancipación” por la educación no ha afectado a todo el mundo, en España por ejemplo los jóvenes entre 25 y 34 años tienen estudios universitarios 4 de cada 10, la proporción más alta de la OCDE, que sube desde el 26% en el 2000. Esto habría derivado en una estratificación social basada en los estudios, con una élite de masas a nivel educativo formada por una tercera parte de la población que por su número pueden vivir relacionándose socialmente entre ellos como en una burbuja sin tratar cotidianamente con la clase obrera. Esto ha producido una disociación y ausencia de solidaridad, que considera un fenómeno extraordinario al que se refiere como cretinización político social de los mejor educados.
Si bien los ingresos y la educación tienen relación, no es siempre así, pero los más educados no están condenados en la misma medida pese a la proletarización y precarización a los mismos tipos de trabajos y sus aspiraciones por el fallo del ascensor social no deja de suponer diferencias de actitud. Podríamos decir que estos grupos sociales son los que pertenecen a las clases que se encargan fundamentalmente de los designios de la sociedad, y aquí las clases “populares” no son representadas.
Este escrito redactado a mediados del mes de septiembre no debería dejar sin incorporar una nota sobre estos días en Cataluña donde el semi-estado catalán y el español, consumando todavía más la traición de los políticos, han desatado una violencia feroz en las calles. A raiz de esta situación también personas no adscritas al nacionalismo independentista, entre ellos libertarios, han salido con el objetivo de desatar la revuelta contra la agresión salvaje del poder catalanoespañol y también para intentar introducir otras cuestiones largamente abandonadas, reorientar la inoperante y desactivadora reforma política en una revuelta social, para dañar al capital, sembrar el espíritu de rebeldía y llevar a cabo una lucha económica contra todo. La salida de las aguas estancadas del marco nacional en interés de todos.
*Javier Liste Limés forma parte de la redacción de Antagonistas.org